lunes, 12 de abril de 2010

Lloran astronautas 1


"-Hay gente que piensa que los astronautas no lloran nunca, pero, oh, les puedo asegurar que esa gente está equivocada, muy equivocada. Los astronautas lloran como todos nosotros, o incluso más.

Alguien de entre el público se levanta y habla.
-Pero, ¿cómo? ¿Acaso son humanos los astronautas?

-Ya lo creo que lo son. Escuchadme bien, yo conocí una vez a un astronauta.

Un murmullo de sorpresa recorre la habitación.
-¡Mentiroso!- grita una voz anónima.
-Mal rayo me parta si miento. Creed lo que os digo, amigos.

-Este viejo está chocheando- exclama otro.
-¡Silencio! Dejadle hablar.
-Sí, que diga lo que tenga que decirnos.

-Pues bien, yo conocí a un astronauta. Un astronauta de los de verdad. Un día cayó del cielo algo enorme, algo que se precipitaba a gran velocidad hacia el suelo. Me asusté y me escondí al oír el estrépito que hizo al chocar, pero al cabo de un rato no pude aguantar mi curiosidad y me acerqué. Era un gran objeto metálico, más grande que un coche y con formas extrañas, que despedía humo y ardía a causa del impacto.

-¿Y qué pasó?- inquirió alguien, impaciente.

-Entonces él salió de dentro.
-¿Quién?
-El astronauta.
Más murmullos de sorpresa. El viejo habló con voz grave y seria para aumentar el efecto dramático, pero no habría sido necesario, porque todo el público estaba ya sobrecogido.

-¿Cómo era?

-Era grande, alto y grande. Una puerta se abrió y apareció entre la humareda, agachado, pero luego se irguió y lo vi enorme. Con el traje de astronauta, ya sabéis, todo blanco, el casco con el cristal brillante y negro, los guantes, la mochila en la espalda... Todas esas cosas. Yo estaba muy asustado.
Todo el mundo tenía el corazón en un puño, atentos a la narración.

-¿Qué pasó entonces?- dijo uno, tímidamente.
-Entonces se cayó.

-¡¿Qué?!

-Que se cayó. Tropezó y se cayó. Era evidente que estaba mareado y desorientado.

-¡Es mentira! ¡Todo mentira! Todo el mundo sabe que los astronautas ni se marean, ni se desorientan.
-¡Maldito rufián! Juro que lo vi con mis propios ojos. El astronauta tropezó y cayó al suelo como un fardo. ¡Y tardó en levantarse! Pero al final lo hizo, mientras se sujetaba la cabeza con una mano.
-¿Qué hizo después?
-Después levantó una mano y me señaló. Yo estaba aterrado. Caminaba hacia mi lentamente, tambaleándose, haciendo eses, de un lado a otro, como si estuviera borracho.

-Los astronautas no se emborrachan- bufó alguien.
-Lo sé, lo sé. El caso es que lo tenía cada vez más cerca, pero estaba paralizado de miedo. Yo quería correr, huir del astronauta, pero no podía mover un músculo. Así que me quedé totalmente inmóvil mientras se me acercaba. Hasta que lo tuve a menos de un metro de mí.

-¿Y qué pasó?

-Entonces se derrumbó, esta vez sin tropezar. Simplemente se desplomó como un muñeco roto, como un títere al que le cortan las cuerdas. Yo, por reflejo, le sujeté lo que pude, dejándolo en el suelo con toda la suavidad que su peso me permitió. Algo me dijo que tenía que abrir el casco. Sí, el cristalito negro. Ya no tenía miedo, con el astronauta tumbado entre mis brazos. Vi un pequeño botón en la esquina inferior del cristal, en el lado derecho, y lo pulsé. Salió aire y sonó un "psssss" mientras el cristal se deslizaba hacia arriba, mostrándome un rostro extrañamente humano debajo. Sí, allí había un humano. ¿Y sabéis que estaba haciendo el astronauta?

-¿Qué hacía?

-El astronauta estaba llorando."











Víc.

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Je...si, los astronautas también lloran...
    pero...pero al igual que todos, lloramos por algo, algo que nos inquieta o algo que nos ha sucedido...

    ¿Qué pasaba por la cabeza de aquel astronauta?

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  3. se descubrirá próximamente, la historia continuará...

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