lunes, 21 de diciembre de 2009

Los astronautas también lloran.


No entiendo ni desespero
ni busco la razón.
Yo bailo, yo sueño,
al ritmo del diapasón.
Me gusta tu vieja música
porque sale del corazón.

Entre tantos,
sin querer,
me adelanto,
al resultado
del show
nacarado.

Feliz quien dice hola,
feliz quien no se inmola
en un velo de agonía.
Feliz quien dice luego,
feliz quien en mi ego
no encuentre simpatía.

Y el llanto
del pastor
no canto,
sino brillo
azucaroso
del conejillo.

El reloj marca la hora,
brincos da y recibe,
por más que llora,
el tierno pecado que añora.

Durmiendo entre pastelillos
el príncipe encuentra
amor,
y revienta
por todos los costados.
Mal precio ha pagado.

Al ritmo de la cigarra,
que al cálido sol implora,
un cardenal señora
se mira ante el mar;
bastón alargado en mano,
su dueño y señor amado,
con un gesto almizclado
azotes le viene a dar.

Corre,
grita la silla al hombre torpe,
tropieza,
se tira la silla a su cabeza,
atrapa,
le hace un corte y le arrapa.

En el claro angelical,
un reborde majestuoso
y una gran voluptuosidad;
una sombra, un cianuro,
ternerón de armas tomar.

Disfruta la mucha vieja,
disfruta;
que toda la pelleja has de quitar,
y mucha.

Un pez globo sin orgullo,
y al costado, un perogrullo,
cantan juntos a la par,
pero el primero viene a explotar.

A la vez quisiera madame
encontrarse su zapato
y se topa, de repente,
con la horma de un gato.

Si los libros no durmieran,
quien quisiera
a la altura exacta hallarse
para tan semejante hazaña
y tan burdo disparate.

Cuando la muchacha ríe, llora,
y cuando llora, ríe la muchacha,
y se asusta y come cosas y se empacha.
Un zapón la oye y espera,
zarigüeya , olmo y pera
se emborrachan.

Los malabares del payaso
embelesan a los niños;
mira atrás con retraso
y sonríe con cariño.

Mucho ruido
y pocas nueces,
así al castor agradeces
su emotiva despedida.
Salen truchas, salen peces,
de la dulce alborada,
y relinchan los mastines
y la gula castigada.

Si el coco o el fantasma
te atemoran,
tranquilo:
los astronautas también lloran.



Víc.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Amor 5


"-Porque por mucho que lo intenten, no pueden moldear el mundo a su voluntad. Es imposible. ¿Me entiendes? Me dan lástima: son muy inocentes. Cierran los ojos, se tapan los oídos y se obligan a pensar que todo afuera es bello, que toda visión es hermosa y cada sonido, una nota, grito, los pájaros, acordes, que todo eso es armonioso, que el mundo canta para ellos y que sus ojos se corren de placer por las imágenes orgásmicas que les ofrece. Son el niño que cierra con fuerza los párpados y repite una y otra vez la misma cantinela, la misma canción; el niño que a veces llega a engañarse a sí mismo y se cree lo que quiere creer. Pero no. Fuera todo es feo y absurdo, todo se retuerce y chilla y aúlla de horror, y todo atisbo de belleza o bondad queda consumido por la podredumbre, la descomposición y el desánimo. El mundo no canta; el mundo llora de rabia y de dolor, con el rostro putrefacto y el alma corrompida. No es una visión agradable. Entiendo que nadie quiera experimentarla, pero es inevitable chocarse con ella de vez en cuando. ¿Crees que el niño, cuando, creyendo estar en el jardín soleado con sus amigos, divirtiéndose y pasándolo en grande, cuando entonces abre los ojos sólo un segundo, y entonces ve la danza sangrienta de cadáveres a su alrededor, crees de verdad que el niño está así mejor preparado para afrontarlo? ¿Crees que entumecer la mente con tonterías y fantasías es la solución, o más bien un agravante, un parche imperfecto con que los débiles de espíritu se evaden de la realidad, y creen vivir sus vidas cuando en realidad todo lo que hacen es artificio, invento y mentira? No. La fantasía del niño se derrumba con la visión de lo real. El bosque de penurias que le rodea, la carne muerta y la sangre fresca, los laberintos de hedor y el sudor de los moribundos, todo eso le destroza la mente y le lleva a la destrucción, o a la infelicidad. Subconscientemente, es imposible eliminar esa imagen, por muy alto que se cante o por muy firmemente que cierre los ojos: el engaño se ha hecho pedazos y nunca más funcionará. Así acaba la historia del niño, pero aquí empieza la nuestra. Porque no hay que huir de la realidad, sino darle la cara. Abrir los ojos y captar todo el sufrimiento y la ironía; escuchar los gritos y llantos que nos trae el viento; respirar hondo la putrefacción; impregnarnos de la esencia propia de este mundo cruel y despiadado. Sentirnos abandonados, desesperados; sentir como todo nuestro ser se colapsa y llorar, pues nos duele el alma y sufre al máximo. Los muertos nos tocan, las aguas podridas mojan nuestro cuerpo y el aire huele a agonía. También nosotros nos descomponemos. Pero entonces sucede el milagro. Entonces asoma una sonrisa a nuestros labios, una sonrisa lacónica pero irónica, una verdadera sonrisa porque esta sí que es real: por fin hemos entendido el chiste de la existencia, por fin comprendemos la broma que nos gasta el mundo. Nos levantamos de la mugre y el barro penosamente, con los huesos al aire y la carne colgando; apestamos, pero tenemos fuerzas porque lo entendemos. Tenemos fuerzas, y entonces, con la vista en el horizonte, más allá de todo el humo de la grasa humana, más allá de nosotros mismos y de todo el enjambre lúgubre y de la basura, vemos nuestra sonrisa reflejada en nuestros ojos, y volvemos a nacer, corruptos y desengañados, y es entonces cuando vivimos de verdad, nos movemos entre cadáveres, danzamos con ellos y les gastamos bromas; nos bañamos en ríos contaminados y negros, disfrutamos de la brisa cargada de temores y miedos, nos movemos como un difunto más en el baile macabro, y sólo allí la felicidad es verdadera. Y sólo entonces tendremos los ojos abiertos, seremos cadáver feliz y sonriente, y sólo entonces vivimos."



Víc.

Amor 4

“-¿Cómo puede ser? En tal fiesta me aíslo y desaparezco contigo. Tal vez no tan extraño, pero sí, ¿porqué lo haré? No lo sé. Tal vez necesidad imperiosa de escuchar mi música. Este gramófono es mi mejor amigo. Me ayuda, me comprende y no hace preguntas, incluso es amable y me aconseja. La música llega al alma y puede curarla. En mi caso, si te lo preguntas, resulta dolorosa, pero proporciona al mismo tiempo un irónico alivio. La música me provoca sentimientos, si bien éstos no son siempre buenos, pero me ayuda a expresar mi caos interior. Lágrimas. Las lágrimas son ambiguas. Se puede llorar de alegría; se puede llorar de tristeza. Se puede llorar por las dos. Se puede llorar por ninguna. Yo reivindico el llanto como forma útil de expresión. Violencia, represión, angustia injustificada, psicopatía y suprasentimientos son todos consecuencia de la represión (a veces efectiva) de las emociones que nos abordan en cada momento. No hay que reprimir esos sentimientos. Si algo se siente, es por algo. Negarlo no sirve absolutamente de nada. Debemos afrontarlo, sentirlo en toda su grandeza y luego decidir cómo procesar esas emociones. Sé que muchas veces es imposible. Entonces siente (ríe, llora, muere y vive, siente) y deja que se atenúen por sí solas. Tienes que vivir. A veces me resulta complicado, muchas veces, salir de mi pequeño mundo al vasto universo exterior; ¿no te parece todo hostil y peligroso? Pero hoy me gustaría tenerte aquí, estar contigo, tal vez soltar alguna lágrima sin que te des cuenta, y reafirmar de nuevo mi existencia fuera de mí mismo, fuera de las barreras que he creado. Recuérdame cómo se vive, por favor."


Víc.

Amor 3


"-¡Espera! No temas. No te vayas. Sería cruel negar el auxilio a aquel que lo necesita, y hoy te necesito. ¿Cuál es tu nombre? ¡No! No me lo digas, ya no quiero saberlo. En realidad nunca quise, pues no te he buscado para que me digas cómo te llamas. No te enfades, pero no tengo dinero. ¡Espera! ¿Ni siquiera sientes curiosidad por lo que tenga que decirte? Eres libre de irte en cuanto te apetezca, pero escúchame, por favor. Eres mi mejor amiga, o así lo serás durante un instante. Sólo quiero contarte una historia, y al final deberás darme tu opinión, sinceramente me responderás. Porque hoy te necesito, a ti, a todos, a alguien y, al mismo tiempo, a nadie. Érase una vez un pobre desdichado que se consolaba con placeres y monólogos delirantes. Sólo eso le mantenía cuerdo, pues se encontraba en realidad a un paso de la locura; una locura que no rechazaba del todo, como modo de evadirse y huir de un mundo y unos sentimientos en todo momento hostiles, frenéticos y cambiantes. Su mente nauseabunda, sin un segundo de descanso, giraba y giraba en la ruleta de la vida, los sucesos y el amor, perdiéndose cada vez más dentro de sí misma, encerrándose en lo único seguro y real, en lo único en lo que de verdad podía confiar: él mismo. Los escasos contactos con el exterior eran un suplicio, excepto los sexuales. Solía conversar con mujeres indecentes, que, desde su punto de vista, eran la pura encarnación de la ironía con que se sentía tratado, y en esos momentos, placer y angustia se fundían y entremezclaban de un modo totalmente tenebroso. Él mismo era tenebroso. Muchas veces había estado al borde de la muerte, pero un día no le tocó a él morir. ¿Ya te suena la historia? Un día simplemente la mató con un cristal perdido en el suelo: así, muy bien, un corte profundo en el cuello. ¡Oh! Qué belleza: la sangre no traiciona nunca, ni tampoco la muerte. Y quién diría que una noche más me salvo, sobrevivo, y todo gracias a ti. Muchas gracias. Te amo con todas mis fuerzas. Pero debo irme, pues oigo pasos que se aproximan; cerrarán ellos el telón de esta escena teatral soberbia. Acariciaré tu mejilla por primera y última vez: qué suave, y qué fría está ya. Que descanses, ángel. Duerme y sueña conmigo."


Víc.

Amor 2

"-Ven. Asómate a la ventana. ¿Ves eso? ¿No lo ves? Maldita noche fría y oscura, nadie se atreve a pasearte. Pero eso sí has de verlo. Esa pareja, allá, caminando, los dos cogidos como si se amaran. ¿No te entran arcadas? Envidia podrías llamarle, pero no eres tú la persona más adecuada para criticar; yo prefiero hablar de hastío. Nada allá abajo tiene nada de interesante, nadie tiene nada que ofrecerme. No. Ni siquiera hoy puedes tú consolarme. ¿Cómo podrías? Si hoy me siento de hielo y no arde en este piso más llama que la de tu lujuria. ¿Acaso te he pedido que me beses? No podrás callarme así. Tiene algún sentido, te preguntarás, perder mi tiempo de esta forma tan inútil. Y yo me pregunto lo mismo. Pero, ¡ah!, las estrellas. Ellas son bellas como la noche, y en la noche, son más bellas aún. No sé si desde ahí dentro podrás notar la brisa nocturna. Sal, por favor. ¿No es precioso, relajante, notar las mil caricias en tu piel? Cierra los ojos, siente, ríe y luego llora conmigo. Recuerda el tacto de mi piel y cómo solía arder mi cuerpo. Pero no. El amor no acaricia así. El amor engaña y extorsiona, miente, es cruel y siempre duele. No es el mismo tacto. El amor provoca tus angustias y tus lágrimas. Pero, ¡créeme!, la brisa no te traiciona, ni las estrellas te harán llorar.
Sí, lo sé. Tengo las mejillas húmedas. Te ruego que te marches. Quiero sentir y que la noche me limpie. Me dormiré (quisiera pensar que mecido por la luna), y mañana veremos si sobrevivo la pulmonía. Pero ahora quiero sentir."


Víc.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Amor 1

"-Eso que tú llamas "amor" está hecho para los idealistas o las prostitutas. A los primeros les gusta imaginar la existencia de un sentimiento tan perfecto y puro, tan bonito. Los segundos pervierten el concepto, lo degradan hasta el punto de mostrar lo absurdo que es. Lo saben y lo aceptan. Me encantas.
Y, si te soy sincero, prefiero darle la vuelta a la tortilla, entiéndeme. No es que nunca haya sentido la punzada, la pasión, embelesamiento, emoción, deseo, el dolor o la excitación, cariño, pena y la felicidad, pero realmente me gustaría poder depurar y simplificar lo que se entiende por "amor". Si lo consigues, por favor, destílalo, ponlo en un frasco y déjalo en la puerta de mi casa. Pero nada de impurezas. Ni un residuo de obsesión, ni restos de sufrimiento; tampoco quiero trazas de infelicidad. Sólo amor.
Oh! ¿No puedes? Entonces, fóllame. Te amaré mientras tanto. Luego, coge lo que quieras y vete. Y más tarde, continúa con tu ciclo, tú, profeta de la realidad, tú, apóstol del antiamor, demonio angelical y alma perdida.
¿Sabes que los dos somos hijos del diablo?
No te despidas con un beso. Ni olvides la puerta al salir. Ignora mi cuerpo sin vida, sólo vete.
Y te habré amado."


Víc.