jueves, 19 de agosto de 2010

¿Comunión adelantada?


Imaginen, señores, un pedazo de plastilina. Un moldeable y modesto pedazo de plastilina. Ese pedazo, esa pequeña porción, no es del todo suya, pero está bajo su responsabilidad. Pueden intentar cambiar su forma , o pueden dejar que otros lo hagan; ahora es fácil porque está blanda. Pero, con el tiempo, la plastilina se irá endureciendo, cada vez será más difícil moldearla, y la forma que hayan moldeado, o permitido moldear, será la que se endurecerá, será la que permanecerá, pues cada vez el pedazo de plastilina será más duro, hasta que llegue un momento en que ya no será posible cambiarlo. Y entonces, señores, podrán observar lo que, en gran parte, ha sido su obra, su creación, y podrán ustedes admirarlo, o repudiarlo.

Imaginen ahora que el pedazo de plastilina es la mente, el cerebro, llámenlo como diablos quieran, de su hijos. Al principio, en su más tierna infancia, es cuando la mente es más vulnerable, está blanda, y es susceptible a cualquier modificación. Los niños ven y repiten. Los niños aprenden muy rápido, se dice. Y esta capacidad de imitación es mayor en la niñez; imaginen también una esponja que absorbe el líquido en el cual ustedes la sumergen. ¿Amor y cariño en el hogar? El niño aprende. ¿Violencia doméstica, gritos? El niño también aprende. Tal vez piensen que es demasiado joven, pero las imágenes quedarán grabadas en su subconsciente, y numerosos estudios afirman que un niño que se ha criado entre violencia, normalizará estas situaciones y tendrá más probabilidades de continuar él mismo con ese ciclo, cuando crezca.

Pero centrémonos en una palabra clave: educación. Todos estamos de acuerdo en que la educación es esencial para el desarrollo de un niño, no sólo la que se imparte en los colegios, sino el ambiente en el que crece, y que se convierte, por observación-imitación, en una forma importantísima de educación. Los padres son responsables del ambiente en el que crece su hijo, así como de toda su educación en general. Son los que deciden qué manos pueden hurgar en la plastilina y qué manos no son las adecuadas, y por eso intentan alejar a las amistades peligrosas, por poner un ejemplo.

Piensen ustedes en la introducción que les acabo de presentar, en el símil de la plastilina, y lean ahora estas líneas: "Porque, claro, cuanto más pequeño sea el niño más posibilidades hay -¡menudo escándalo!- de que comulgue creyendo en la naturaleza del sacramento, creyendo que de verdad Cristo viene a vivificar su fe para siempre. Y esto es lo que los enemigos de la Iglesia pretenden evitar a toda costa ." Estas palabras salieron de la pluma de Juan Manuel De Prada, colaborador del periódico ABC, en honor al cardenal Cañizares, que propone, desde el Vaticano, rebajar la edad de la primera comunión a los 7 años, o incluso antes. ¿El motivo? Porque a esa edad los niños ya tienen suficiente uso de la razón. Hoy en día, los críos comulgan a los 9 o 10 años, después de una dudosa catequesis que muchos clasificarían (y clasifican) como un lavado de cerebro.

Señores, yo fui a catequesis y tomé la primera comunión. No voluntariamente, claro está, porque a mis tiernos 10 años poco podía entender de Jesucristo y de la religión y de todas sus hazañas. Les puedo asegurar que a los diez años yo no tenía uso de la razón, y no porque fuera retrasado, sino porque eso es lo normal. Tomé la comunión porque todo el mundo la tomaba, y por los regalos, no porque sintiera la llamada de la fe que los señores de los púlpitos pretenden encontrar en los niños. Mis padres no se negaron, porque si bien no son católicos convencidos, tampoco vieron grandes inconvenientes. Así que sufrí un adoctrinamiento basado en memorizar oraciones (aún recuerdo un par de ellas, no hicieron mal su trabajo), leer pasajes seleccionados de la biblia y de los testamentos (sólo aquellos bonitos, con mensajes de paz, amor y amistad, omitiendo aquellos del "dios cruel y despiadado") y practicando la ceremonia que iba a marcar un hito en nuestras vidas. Supuestamente.

Además, ¿qué uso de razón hace falta para convertirse en creyente? ¿Qué tiene que entender un niño para abrazar la fe cristiana? Como la criatura que se asusta con las historias de fantasmas, porque se las cree, sólo es necesario eso, contar historias al niño, insistir, suprimir el poco pensamiento racional que tenga a esa edad, convencerle de que Jesús murió por nosotros, de que tenemos que ir a misa y rezar, y ser buenos, y poco más. Simplemente, sólo hace falta sembrar la semilla del dogma, ahora que es joven, ahora que es débil, ahora que la plastilina aún está blanda, manipular su mente ahora que podemos para que cuando crezca vea la religión como algo natural, porque su subconsciente así lo creerá: bendita catequesis y bendita primera comunión. Pero, ¿porqué limitarnos a eso? Cuanto más joven sea el niño, menos defensas tendrá, más fácilmente podremos atraerle a la secta católica, quiero decir, a la Santa Madre Iglesia Católica; para inculcarle ideas retrógradas, anticuadas y dogmáticas, quiero decir, para que abrace la fe católica y vea la luz; y así, la sociedad seguirá aborregada, quiero decir, iluminada por la fe verdadera. Adelantemos la edad de la primera comunión para que la plastilina esté más blanda.

Cuando pienso en lo que pasé hace unos años, en mi catequesis y en mi comunión, sólo veo sucios dedos tocando mi plastilina.





Víc.

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